ESCUDO MERCEDARIO

ESCUDO MERCEDARIO

A lo largo de la historia el escudo mercedario ha sido presentado en mil formas y expresiones. Los hay clásicos, modernos, vanguardistas; todos expresan el hondo compromiso mercedario con la libertad. “No hay mayor caridad que dar la vida por los hermanos”; por eso cuando veas un escudo en un religioso, religiosa o laico, estarás viendo a un comprometido con la liberación y entusiasta devoto de Nuestra Madre, María de la Merced.

El escudo de la Merced es, sin duda, el elemento más identitario de la Orden. Por donde hayan pasado los mercedarios aparece, de una u otra forma, el escudo como signo de su presencia

LA CRUZ

Es blanca PLATA, símbolo de inocencia y pureza, sobre fondo rojo SANGRE. Ocupa la parte superior del escudo. En ella va impresa la decisión entusiasta de la Iglesia de apoyar la labor redentora de Pedro Nolasco en el momento de su fundación. Es la cruz de la catedral de Barcelona que el obispo de entonces, Berenguer de Palou, regala a la Orden como expresión de su apoyo a la obra redentora de Pedro Nolasco y de su familia religiosa.

LAS BARRAS

Son rojas SANGRE, símbolo de amor y caridad y amarillas ORO, símbolo de benignidad y nobleza. Ocupan la parte inferior del escudo. Son las barras de la corona de Aragón. El Rey Jaime I, entusiasta colaborador de la Orden de la Merced, presente en su fundación en la catedral de Barcelona el día 10 de agosto de 1218, regala a la Orden su escudo como expresión de su apoyo a la obra redentora. El escudo se convierte así en pasaporte real más allá de las fronteras a la hora de ir a las redenciones y mostrar credenciales de autoridad. Por eso se verá muchas veces el escudo coronado con la corona real.

Las 4 barras color SANGRE en el escudo de la corona de Aragón tienen su origen, según la tradición, en el hecho de que Wilfredo el Velloso, fundador de la dinastía de los Condes de Barcelona, cayó gravemente herido luchando contra los normandos al servicio de Carlos el Calvo, emperador de los franceses entre los años 875-877. Para premiar su valor, Carlos el Calvo le concedió en su lecho de campaña las armas heráldicas a él y a sus descendientes, con ese fin, mojó los cuatro dedos de su mano derecha en la sangre que manaba de la herida y los imprimió sobre el escudo del Conde dejándole marcadas cuatro barras rojas.

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