SAN PEDRO NOLASCO – NUESTRO SANTO PATRONO
Historia de San Pedro Nolasco
Hoy celebramos a san Pedro Nolasco. En Cristo Redentor vivimos la alegría del camino emprendido por Pedro Nolasco liberando cautivos, “carisma que encuentra hoy una actuación concreta en un mundo lleno de cautiverios que degradan y oprimen la dignidad humana y ponen en peligro la vida de fe de los cristianos”.
Pedro Nolasco nace en Mas de Saintes Puelles entre el 1180 y 1182. Avecindada la familia Nolasco en Barcelona, aprendió de su padre Bernardo el arte de mercader. Igualmente recibió las enseñanzas de una vida cristiana conforme a las profundas convicciones religiosas de las familias de aquel tiempo.
En el ejercicio de su actividad de comerciante descubre el cautiverio de los cristianos en tierras musulmanas. Desde entonces, dedicará su vida y utilizará sus bienes para devolverles la libertad. En lo cual se manifiesta ya su próxima misión carismática dentro de la Iglesia y de la sociedad.
Compadecido del sufrimiento de los cautivos, convocó a algunos de sus compañeros que, haciéndoles partícipes de sus inquietudes, con desprendimiento juvenil admirable, se despojaron de sus propios bienes y lo dieron todo por la redención: «Perseverando primero en la oración de Dios, después se dedicaron cada día a recoger limosnas de los piadosos fieles, por la provincia de Cataluña y por el Reino de Aragón, para llevar a cabo la santísima obra de la redención. Lo cual se hizo así para que cada año se realizaran en adelante por el santísimo varón y sus compañeros no pequeñas liberaciones y redenciones…odas estas cosas acaecieron el año 1203».
La profesión de mercader de Pedro Nolasco fue de gran utilidad para este grupo de redentores en esta primera época, ya que los mercaderes tenían fácil acceso a los países musulmanes, eran conocidos y, durante siglos, ellos fueron casi los únicos intermediarios para el rescate de cristianos en tierra de moros y de moros en tierra de cristianos. Este grupo de compañeros de Pedro Nolasco estaba formado sólo por laicos, que, «tenían gran devoción a Cristo que nos redimió por su preciosa sangre». Esto indica ya la nota característica de la espiritualidad del grupo: la devoción y seguimiento a Cristo redentor.
Pedro Nolasco y su obra
Tras quince años de admirable acción de redimir cristianos cautivos, Pedro Nolasco y sus compañeros veían con preocupación que, día a día, se acrecentaba el número de cautivos. El lider animoso, de sólida y equilibrada devoción a Cristo y a su bendita Madre, no se sintió agobiado ante la magnitud de la misión iniciada y su pequeñez personal. Buscó en su fervorosa oración la inspiración divina para poder continuar la obra de Dios iniciada por él. En esta circunstancia, la noche del 1 al 2 de agosto de 1218, ocurrió la intervención especial de María santísima en la vida de Pedro Nolasco:
Una experiencia mariana sorprendente, que iluminó su inteligencia y movió su voluntad para que convirtiera su grupo de laicos redentores en una Orden Religiosa Redentora.
Tras los trámites de rigor, el 10 de agosto de 1218 se llevó a cabo, con toda solemnidad, la fundación de la Orden Religiosa Redentora de cautivos en el altar mayor de la catedral de la Santa Cruz de Barcelona, erigido sobre la tumba de santa Eulalia. El obispo Berenguer de Palou hizo entrega a Pedro Nolasco y compañeros de la Regla de San Agustín, como norma de vida en común y, ante él, los primeros mercedarios emitieron la profesión religiosa; el rey Jaime I de Aragón constituyó a la nueva Orden como institución reconocida por el derecho civil de su reino.
La finalidad de esta Orden de la Virgen María de la Merced de la redención de cautivos es «visitar y librar a los cristianos que están en cautividad y en poder de sarracenos o de otros enemigos de nuestra Ley… por la cual obra de misericordia o merced… todos los frailes de esta orden, como hijos de verdadera obediencia, estén siempre alegremente dispuestos a dar sus vidas, si es menester, como Jesucristo la dio por nosotros» (Primeras Constituciones de la Orden de 1272).
Actividad redentora
La novedad que Pedro Nolasco introduce en su obra redentora se expresa en:
La colecta de limosnas entre los fieles cristianos con la finalidad de llevarlas a tierra de moros para rescatar a los cristianos cautivos en su poder. Todo fraile, en fuerza de su profesión, quedaba convertido en auténtico limosnero de la redención; y, donde no había religiosos, instituye hermandades, convoca a los fieles agrupándolos en la Cofradía de la limosna de los cautivos.
Cuando el dinero faltaba, el redentor quedaba obligado a entregarse como rehén y expuesto a dar la vida con tal de liberar al cautivo.
Canonización y culto a san Pedro Nolasco
El recuerdo de Pedro Nolasco, como un fiel imitador de Cristo Redentor, continuó no sólo entre los religiosos sino también en el pueblo que lo veneró como santo. La sagrada Congregación de Ritos, después de un regular proceso canónico, el 30 de septiembre de 1628, aprobó el culto inmemorial que desde su muerte se le había tributado.
El día 19 de junio de 1655 fue introducido su nombre en el martirologio romano. Alejandro VI, el 11 de junio de 1664, extendió su culto a toda la Iglesia fijando la celebración litúrgica el 29 de enero con oficio y misa. Fue el respaldo de la Iglesia a una vida y actividad apostólica surgida en ella y para ella: la actividad liberadora.
Desde entonces y ahora, en su honor se levantan templos, en cuyos altares es venerada su imagen; con su nombre se establecen instituciones sociales, educativas, civiles, eclesiásticas; muchas ciudades lo aclaman su patrono, etc. En el crucero derecho de la basílica de san Pedro y en el colonato que adorna la plaza está expuesta su figura en colosales estatuas que testimonian perennemente su mensaje de liberación.
La canonización de Pedro Nolasco tuvo dos momentos importantes. Primero, el 30 de septiembre de 1628, la Congregación de Ritos ( CR ) reconoce el culto inmemorial de Pedro Nolasco. En consecuencia, el papa Urbano VIII concede poder celebrar el oficio y misa para la familia mercedaria. Esto sería la llamada “beatificación equipolente”, según terminología del papa Benedicto XIV.